Sobre plebiscito y el miedo a la gente

Leo y compruebo lo que ya parece una constante: el rechazo es transversal al plebiscito como mecanismo de reconocimiento de la voluntad popular, en particular en el contexto de las demandas que han movilizado a millones de chilenos estos últimos tres meses.
Aunque la Confech ha declarado que no es un mecanismo idóneo (18 de agosto) para asegurar la participación y la voluntad de todos (los secundarios quedarían inmediatamente afuera), resulta reveladora la reacción casi unánime de todo el espectro político del sistema. Desde la Concertación a la derecha dura. Dirigentes de la alianza, radicales, decés y pepedés opinan igual y el mensaje dice algo así como que el pueblo no es competente para decidir sobre cualquier asunto, que técnicamente no entendemos, que somos prácticamente un analfabeto cívico.

El solo hecho que el rechazo sea tan general, hace de este debate singular. Andrés Zaldivar en El Mercurio del domingo 14 de agosto: “…No es posible: es una utopía”; Mario Papi Beyer en el mismo diario el miércoles 17 dice que es una amenaza a la democracia representativa (en contra de lo que identifica como sistema “populista” y entrega como ejemplo el proceso de Venezuela). Esta mañana Pablo Longueira en el diario electrónico El Mostrador: “Con los plebiscitos se destruye la democracia”.
Queda de manifiesto un rasgo esencial en los que detentan el poder: el miedo. Temen que los principales actores de las políticas públicas de su sistema construyan de manera mucho más directa los grandes temas de un país y de pasada tergiversando el mecanismo a un cliché en el que todo se va a resolver en las urnas.

El plebiscito se piensa cuando existe un real conflicto entre lo que el sistema de representaciones concibe como lo mejor para todos y lo que todos consideran la manera en que debe ser resuelto ese conflicto. Por lo tanto hablamos de un procedimiento acotado a esas situaciones.

En todo caso, los miembros de los partidos políticos y la elite gobernante ya han cerrado el camino para esta y otras reformas.

Nuevamente queda en latencia la idea de una nueva Constitución. Nuevamente el ofrecimiento oportunista de los mismo de siempre para encabezar el proceso (miércoles 18 de agosto ha surgido la iniciativa de dirigentes de la Concertación para encabezar una comisión que reflexiones sobre el tema). De cualquier manera, aún hay mucho que caminar y la historia de nuestro país ha sido muy clara en ejemplos: las asambleas constituyentes son una instancia que se avecina en la medida que se ha roto de manera evidente la normalidad institucional. Nadie que detenta el poder va a dejar que se transite radicalmente a otro modelo de sociedad.

Vistas así las cosas, lo que podemos esperar es que los estudiantes, padres, apoderados, trabajadores y todo sector comprometido sigamos empujando para lograr de una vez por todas un nuevo Chile para todos…

Y para dejar las cosas claras, ¡¡¡a parar Chile!!! el 24 y 25 de agosto.




Fotografía: Félix Kof (Lunes 9 de mayo, desde plaza Baquedano)

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