Apuntes: Análisis y preocupción de un tiempo de cambios

UNO. El sábado 23 de julio en El Mercurio apareció una columna de opinión de un destacado cientista ligado a la socialdemocracia, Enrique Ottone, “Tribulaciones de la Centroizquierda”, donde se hace cargo de una de las principales características del fenómeno que vive el país: la llamada emergencia de las movilizaciones populares que de manera transversal exigen cambios profundos en el modelo.
El análisis parte de la certeza que cuando al adversario (la derecha gobernante) le va mal, el problema es de todo el establishment.
Esta idea es clara en cuanto a un convencimiento y una convicción: los cambios serán hasta donde no se coloque en riesgo los “logros” de los veinte años precedentes. Es la lógica de la mínima supervivencia, si cambiamos todo no quedará algo sobre lo que ejercer el poder.
Esta idea ya se ha visto expresada en sucesivas columnas de otro paladín de la estabilidad sistémica, Eugenio Tironi, que en la misma tribuna (columna del martes 21 de junio con un claro clamor de incredulidad se pregunta “¿Qué está pasando?), atribuye las manifestaciones a la “enfermedad holandesa” o “enfermedad 15M”, que sería la reacción social de comunidades que de manera abrupta aumentan sus ingresos per cápita por sobre los 15.000 dólares –unos 7 millones y medio de pesos.
Ya el que un acto esencial de la vida en sociedad, la protesta social, sea calificada como una patología, dice mucho de la valoración que se hace de esta expresión, para a continuación entender las mismas manifestaciones como actos poco menos de provocados por una contradicción inconsciente en que una sociedad que ha alcanzado ciertos supuestos estándares sale a la calle para mostrar su desconcierto.
Es simplemente la comodidad y tal vez el recelo hacia la población, estos tecnócratas protegidos en una serie de categorías funcionales intentan interpretar un fenómeno siempre desde la vereda de quien detenta cuotas de poder e influencia.
Pero esas mismas razones se caen por el sentido común:
  • El ingreso per capita que se maneja es en un contexto de las distribuciones más desiguales del planeta, que deja a un 20% de la población con ingresos de países del primer mundo y a un 60% que califican en realidades como la de Angola.
  • Con costumbres de consumo que se sustentan en gran medida en el endeudamiento, donde una familia promedio tiene ingresos de algo así como 1.500 dólares mensuales –unos 725 mil pesos– pero con un estándar de vida de sobre 2.000 dólares –casi un millón de pesos–. La diferencia está en el negocio crediticio que ya muestra sus fisuras como en los casos de “La Polar” y “Presto”: verdaderos pilares del éxito del modelo.
  • La crítica que se escucha en todas las convocatorias (que sorprenden en muchos lugares del mundo por lo festiva y masivas), es una que dice relación con los pilares que sustenta al modelo y las transformación que impulsó en la década del ochenta la dictadura (Reformas Laborales, al código de aguas, reforma previsional y sistema de Salud, reforma al sistema educacional, reforma al código minero y su propiedad, regionalización), modificaciones que se institucionalizan dogmáticamente en la Constitución de 1980 (muy a pesar de las pretensiones en contrario que quiso impulsar la administración Lagos con las reformas de 2005).
Parece que existe una desconfianza y un deprecio por los procesos populares, un sospecha que se evidencia en el tratamiento de las exigencias de cambios reales. Son tratadas, las movilizaciones, como expresión de un fundado acto “emotivo”, cuando realmente lo que está sucediendo es simplemente el cansancio y eso tiene un norte claro: Cambio reales.

DOS. Una transformación definitiva de la institucionalidad es central para asistir a un nuevo modelo, que se espera, se construya con mecanismos democráticos y realmente participativos. Pero no olvidemos que una Asamblea Constituyente es un medio que ha tenido vigencia en etapas de crisis sociales y de representación evidentes en el que las autoridades pierden legitimidad. Por lo menos en nuestra historia, esa ha sido la tónica. De qué otra manera podría ser, pues esta instancia es un desprendimiento fáctico y simbólico del poder, que queda alojada en una asamblea elegida por todos los sectores populares.
Una de los riesgos que tiene este medio de transformación institucional es que no asegura que lo que se decida será mejor de lo que hay ahora –aunque aquello parezca difícil-. Aquel resquemor de sectores de izquierda se entiende, pues una Asamblea es un espacio de reforma y no para los cambios estratégicos. Esa perspectiva, en vista del nivel que tuvo el proceso de instalación neoliberal en nuestro país, parece poco realista… Ya el hecho que tengamos la posibilidad de debatir el cómo entendemos la propiedad, el papel del Estado, la consagración de derechos de la ciudadanía, o el carácter plurinacional es un tremendo avance de lo que hoy sucede.
Esto es lo que definitivamente se propone de manera transversal y más o menos de forma realista, pues no es ni un espacio de transformaciones, es simplemente un momento que puede llevarnos a una nueva institucionalidad más democrática.

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