“El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura” (Miguel de Unamuno).
De mi consideración:
De manera repentina, con la sorpresa que se logra de las complejidades de los procesos históricos, nos encontramos ante una definición que aparece altamente transcendente en el devenir de la sociedad chilena. Por lo menos ese es el peso que se le ha asignado a la próxima definición electoral del 17 de enero.
Un cuarto de la población mayor de 18 años elegirá al próximo presidente de la República, algo más de tres millones necesita para ser elegido de los casi doce millones de chilenos que tienen la edad para sufragar.
Pero todo lo anterior parece no importar mucho a los comandos oficialistas del sistema, es casi un dato insignificado, como un murmullo que no alcanza a alterar el itinerario de las cosas.
Y hablamos justamente de un itinerario institucional que a funcionado sin interrupciones mayores durante 30 años (la Constitución dictatorial así lo presupuso desde sus dogmas cargados de corporativismo subsidiario y neoliberal).
Pero más allá de toda la campaña, rememorando discursos catastrofistas, simbología de fin de tiempo –en especial desde la Concertación, pero si se analizara de manera más pausada el proceso, se podrá encontrar que de trascendencia epocal tienen menos que de cambio estacional, concebido desde la génesis del modelo político instaurado hace poco más de tres décadas.
En una verdadera caza de brujas se ha convertido, además, esta andanada de argumentos, muchos de ellos situados en el ámbito de los afectos, el miedo a la derecha dura, al fantasma atronador de la larga noche de la dictadura. Pero resulta que tal campaña evita la argumentación más pausada y que no se detiene en que las similitudes estructurales y simbólicas de las candidaturas no dejan mucho espacio para la opinión disidente.
Por todo esto es que quiero desnudar algunos mitos o verdades vedadas de los argumentos que se ha levantado para presionar a los que legítimamente hemos dejado de creer en las promesas del sistema:
UNO. Se ha dicho que existe un dilema, para decirlo de manera muy decorosa, entre un sátrapa sinvergüenza venido de la tradición especulativa financiera pura y dura del neoliberalismo. Al otro lado tenemos un político ingeniero y millonario (que apoyó el golpe de estado) y que en el mejor de los casos ya gobernó un sextenio completo para el gran capital que representa el primero (privatizaciones varias en que vendió lo que dejó la dictadura, incentivando negocios explotadores sin considerar el medio ambiente y un largo etc.), de espalda al movimiento social (nunca recibió, por ejemplo, a las organizaciones de DD.HH. mientras fue gobernante).
Los Piñera y Frei son dos clanes que tienen estrechos vínculos que se extienden al origen de la etapa reformista de nuestro país significó la etapa del desarrollismo en la década de los cincuenta y sesenta –por intermedio de la formación y ascenso del Partido Demócrata Cristiano. Hoy estos clanes se encuentran en aparentes disputa por la expresión de la administración del aparato estatal, conteniendo cada cual una serie de similitudes que suenan a una disputa formal más que verdaderamente estructural.
Quiero destacar este primer componente, la coincidencia social y política de los sectores que asumen las responsabilidades de la administración pública, que sin ser nuevo, para el caso asigna un reforzado sentido de continuidad.
DOS. Se ha dicho que la derecha no puede gobernar, entre otras cosas, por sus vínculos con la dictadura.
Quien ha logrado establecer mayores niveles de impunidad a los grandes crímenes, de lesa humanidad y otros de carácter económicos ha sido justamente la Concertación. Ahora se quiere decir que existe diferencia cuando han sido ellos los que han arropado a la derecha dura de sus principales argumentos y trincheras. Los oligopolios comunicacional (que ahora le da la espalda en aras de la alternancia) son posibles sólo por la anuencia de un Estado parcial que permitió la destrucción de toda una red de medios independientes, asfixiados, por ejemplo, en la ausencia de publicidad pública o de apoyo de fondos para la subsistencia.
En último caso, y más importante, el sistema económico ha profundizado sus devaneos neoliberales. A modo de ejemplo, Piñera ha prometido algo que la administración concertacionista ha hecho una constante: transformar a los sectores populares y necesitados de asistencia y herramientas de subsistencia en consumidores. La entrega de bonos es la demostración de la máxima neoliberal que el mercado permite regular los satisfactores humanos. Dicho de otra manera, un consumidor sabe cómo ocupar los recursos que le entrega el Estado, sin intermediarios burocráticos, y de pasada desmontando gran parte del aparato de asistencia que logró compensar dos décadas de abandono de parte de la dictadura (tal vez una de las grandes obras que permitió acercar a los sectores populares postergados a niveles de mayor bienestar). Los programas de apoyo debieran tender a desaparecer, pero eso no ha sido por obra de un gobierno de derecha dura, ha sido orientado y desarrollado desde la administración actual.
TRES. Se ha dicho que Chile dará un giro a la derecha. Hemos vivido un sistema de derecha y nos quieren hacer creer que existe un dilema. La continuidad es de derecha, la alternancia es de derecha dura – se dice. Pero reforzar tal cosa se apela a la posibilidad de transformación institucional, se llama a comprometer al sistema en cambiar la constitución por la vía de una asamblea constituyente.
Falso. Nunca quienes han detentado graciosamente todo el poder van ha permitir transformar algo que ha funcionado bien, armónicamente. Es cosa de leer de tarde en tarde las editoriales del medio conservador más influyente –para todo el espectro político- El Mercurio. En él no existe más que alabanzas a la perfección del itinerario, y refuerzan tal análisis con ejemplos del buen funcionamiento del sistema: AFP, salud (se critica la incapacidad pública para resolver problemas en esta área, destacando el papel de los privados), FF.AA. obedientes, resultados de emprendimiento privados como el motor del crecimiento.
Jamás se ha generado una transformación institucional importante en contextos de “estabilidad”. Lamentablemente la historia de nuestra patria ha sido esquiva a los consensos. Todas las constituciones fueron precedidas de crisis institucionales importantes (1833; 1925 y 1980), donde la tortilla se volcó a los que salieron fortalecidos de esas crisis.
De mi consideración:
De manera repentina, con la sorpresa que se logra de las complejidades de los procesos históricos, nos encontramos ante una definición que aparece altamente transcendente en el devenir de la sociedad chilena. Por lo menos ese es el peso que se le ha asignado a la próxima definición electoral del 17 de enero.
Un cuarto de la población mayor de 18 años elegirá al próximo presidente de la República, algo más de tres millones necesita para ser elegido de los casi doce millones de chilenos que tienen la edad para sufragar.
Pero todo lo anterior parece no importar mucho a los comandos oficialistas del sistema, es casi un dato insignificado, como un murmullo que no alcanza a alterar el itinerario de las cosas.
Y hablamos justamente de un itinerario institucional que a funcionado sin interrupciones mayores durante 30 años (la Constitución dictatorial así lo presupuso desde sus dogmas cargados de corporativismo subsidiario y neoliberal).
Pero más allá de toda la campaña, rememorando discursos catastrofistas, simbología de fin de tiempo –en especial desde la Concertación, pero si se analizara de manera más pausada el proceso, se podrá encontrar que de trascendencia epocal tienen menos que de cambio estacional, concebido desde la génesis del modelo político instaurado hace poco más de tres décadas.
En una verdadera caza de brujas se ha convertido, además, esta andanada de argumentos, muchos de ellos situados en el ámbito de los afectos, el miedo a la derecha dura, al fantasma atronador de la larga noche de la dictadura. Pero resulta que tal campaña evita la argumentación más pausada y que no se detiene en que las similitudes estructurales y simbólicas de las candidaturas no dejan mucho espacio para la opinión disidente.
Por todo esto es que quiero desnudar algunos mitos o verdades vedadas de los argumentos que se ha levantado para presionar a los que legítimamente hemos dejado de creer en las promesas del sistema:
UNO. Se ha dicho que existe un dilema, para decirlo de manera muy decorosa, entre un sátrapa sinvergüenza venido de la tradición especulativa financiera pura y dura del neoliberalismo. Al otro lado tenemos un político ingeniero y millonario (que apoyó el golpe de estado) y que en el mejor de los casos ya gobernó un sextenio completo para el gran capital que representa el primero (privatizaciones varias en que vendió lo que dejó la dictadura, incentivando negocios explotadores sin considerar el medio ambiente y un largo etc.), de espalda al movimiento social (nunca recibió, por ejemplo, a las organizaciones de DD.HH. mientras fue gobernante).
Los Piñera y Frei son dos clanes que tienen estrechos vínculos que se extienden al origen de la etapa reformista de nuestro país significó la etapa del desarrollismo en la década de los cincuenta y sesenta –por intermedio de la formación y ascenso del Partido Demócrata Cristiano. Hoy estos clanes se encuentran en aparentes disputa por la expresión de la administración del aparato estatal, conteniendo cada cual una serie de similitudes que suenan a una disputa formal más que verdaderamente estructural.
Quiero destacar este primer componente, la coincidencia social y política de los sectores que asumen las responsabilidades de la administración pública, que sin ser nuevo, para el caso asigna un reforzado sentido de continuidad.
DOS. Se ha dicho que la derecha no puede gobernar, entre otras cosas, por sus vínculos con la dictadura.
Quien ha logrado establecer mayores niveles de impunidad a los grandes crímenes, de lesa humanidad y otros de carácter económicos ha sido justamente la Concertación. Ahora se quiere decir que existe diferencia cuando han sido ellos los que han arropado a la derecha dura de sus principales argumentos y trincheras. Los oligopolios comunicacional (que ahora le da la espalda en aras de la alternancia) son posibles sólo por la anuencia de un Estado parcial que permitió la destrucción de toda una red de medios independientes, asfixiados, por ejemplo, en la ausencia de publicidad pública o de apoyo de fondos para la subsistencia.
En último caso, y más importante, el sistema económico ha profundizado sus devaneos neoliberales. A modo de ejemplo, Piñera ha prometido algo que la administración concertacionista ha hecho una constante: transformar a los sectores populares y necesitados de asistencia y herramientas de subsistencia en consumidores. La entrega de bonos es la demostración de la máxima neoliberal que el mercado permite regular los satisfactores humanos. Dicho de otra manera, un consumidor sabe cómo ocupar los recursos que le entrega el Estado, sin intermediarios burocráticos, y de pasada desmontando gran parte del aparato de asistencia que logró compensar dos décadas de abandono de parte de la dictadura (tal vez una de las grandes obras que permitió acercar a los sectores populares postergados a niveles de mayor bienestar). Los programas de apoyo debieran tender a desaparecer, pero eso no ha sido por obra de un gobierno de derecha dura, ha sido orientado y desarrollado desde la administración actual.
TRES. Se ha dicho que Chile dará un giro a la derecha. Hemos vivido un sistema de derecha y nos quieren hacer creer que existe un dilema. La continuidad es de derecha, la alternancia es de derecha dura – se dice. Pero reforzar tal cosa se apela a la posibilidad de transformación institucional, se llama a comprometer al sistema en cambiar la constitución por la vía de una asamblea constituyente.
Falso. Nunca quienes han detentado graciosamente todo el poder van ha permitir transformar algo que ha funcionado bien, armónicamente. Es cosa de leer de tarde en tarde las editoriales del medio conservador más influyente –para todo el espectro político- El Mercurio. En él no existe más que alabanzas a la perfección del itinerario, y refuerzan tal análisis con ejemplos del buen funcionamiento del sistema: AFP, salud (se critica la incapacidad pública para resolver problemas en esta área, destacando el papel de los privados), FF.AA. obedientes, resultados de emprendimiento privados como el motor del crecimiento.
Jamás se ha generado una transformación institucional importante en contextos de “estabilidad”. Lamentablemente la historia de nuestra patria ha sido esquiva a los consensos. Todas las constituciones fueron precedidas de crisis institucionales importantes (1833; 1925 y 1980), donde la tortilla se volcó a los que salieron fortalecidos de esas crisis.
CUATRO. Se ha dicho que en esta disputa una responsabilidad probable de la llegada da la derecha dura al poder será de los que hemos disentido del orden social y político.
No soy responsable de que el sistema funcione de manera tan certera. Los que han proyectado el modelo con la desidia de la muerte y el desprecio por la disidencia social y política (el año 2008 se detuvo casi 20.000 personas en protestas sociales) son los que deben hacerse responsable. La Concertación que promulgó la “Agenda Corta Antidelincuencia” ha permitido controles de detención hasta por 8 horas en centros policiales; los que han asesinados a mapuches y trabajadores; los que han vendido lo que dejaron sin vender en dictadura; los que han robado y mentido; los que le han dado la espalda a sus propias bases de militantes y adherentes; los que se han acomodado encostrando malas prácticas éticas en su desempeño; los que han gobernado con la derecha dura y que no han sido capaces de avanzar en las transformaciones institucionales que prometieron como esperanza.
No soy responsable de que el sistema funcione de manera tan certera. Los que han proyectado el modelo con la desidia de la muerte y el desprecio por la disidencia social y política (el año 2008 se detuvo casi 20.000 personas en protestas sociales) son los que deben hacerse responsable. La Concertación que promulgó la “Agenda Corta Antidelincuencia” ha permitido controles de detención hasta por 8 horas en centros policiales; los que han asesinados a mapuches y trabajadores; los que han vendido lo que dejaron sin vender en dictadura; los que han robado y mentido; los que le han dado la espalda a sus propias bases de militantes y adherentes; los que se han acomodado encostrando malas prácticas éticas en su desempeño; los que han gobernado con la derecha dura y que no han sido capaces de avanzar en las transformaciones institucionales que prometieron como esperanza.
Por último, el camino es concebir un nuevo orden social, político e institucional. Y eso se logra desde donde todo parte, desde abajo…
Por todo esto, y muchas cosas más YO VOTO NULO ...
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