
Una nueva marcha para pedir por la libertad de Patricia Troncoso, la Chepa, y justicia en la muerte de Matías Catriléo. Con una participación notoriamente más destacada que en anteriores movilizaciones, con gran presencia de jóvenes y mapuche, la de ayer miércoles es de las mayores que se ha realizado.
La Chepa ya ingresa a una de las más largas huelgas de hambre que se tenga memoria desde el advenimiento de los gobiernos concertacionistas, un símbolo de la resistencia al estigma de pedir en “democracia”, un miedo de ha provocado en las últimas décadas que muchas reivindicaciones se contengan o se negocien.
Esta vez no. 100 días en Huelga de Hambre no sólo por la tierra y libertad –dos de las fuerzas que han movido las luchas de liberación de las naciones en los dos últimos siglos. Es una huelga por la legitimidad de un mundo mejor para todos, pues como se ha marcado en las intervenciones de los dirigentes urbanos mapuche, la bota que aplasta una nación, aplasta a todas las naciones. La bota que patea a la mapuche, patea a la pobladora, a la estudiante.
Pero el Estado no descansa. Con esos actos que le ampara no solamente el poder de la fuerza, la venia del poder económico y la anuencia del sistema político, actúa tranquilamente, envía a Chepa al hospital de Chillan, engrillada, sin permiso para recibir a los amigos –la familia dice que no avala la medida y que por lo tanto, y a pesar de los doloroso, no ingresarán al recinto- incomunicada, tergiversada por los medios de comunicación –que recién ahora han comenzado a difundir su lucha, pero la han cubierto de un sentido de radicalidad y fanatismo estigmático.
Pero muchos sabemos que así es la forma de actuar de los poderes que oscurecen la razón y la justicia, convirtiéndolo en fanáticos y radicales. Aún somos nosotros los llamados a denunciar y socializar la lucha, los motivos y las armas que se utilizan.
La Chepa ya ingresa a una de las más largas huelgas de hambre que se tenga memoria desde el advenimiento de los gobiernos concertacionistas, un símbolo de la resistencia al estigma de pedir en “democracia”, un miedo de ha provocado en las últimas décadas que muchas reivindicaciones se contengan o se negocien.
Esta vez no. 100 días en Huelga de Hambre no sólo por la tierra y libertad –dos de las fuerzas que han movido las luchas de liberación de las naciones en los dos últimos siglos. Es una huelga por la legitimidad de un mundo mejor para todos, pues como se ha marcado en las intervenciones de los dirigentes urbanos mapuche, la bota que aplasta una nación, aplasta a todas las naciones. La bota que patea a la mapuche, patea a la pobladora, a la estudiante.
Pero el Estado no descansa. Con esos actos que le ampara no solamente el poder de la fuerza, la venia del poder económico y la anuencia del sistema político, actúa tranquilamente, envía a Chepa al hospital de Chillan, engrillada, sin permiso para recibir a los amigos –la familia dice que no avala la medida y que por lo tanto, y a pesar de los doloroso, no ingresarán al recinto- incomunicada, tergiversada por los medios de comunicación –que recién ahora han comenzado a difundir su lucha, pero la han cubierto de un sentido de radicalidad y fanatismo estigmático.
Pero muchos sabemos que así es la forma de actuar de los poderes que oscurecen la razón y la justicia, convirtiéndolo en fanáticos y radicales. Aún somos nosotros los llamados a denunciar y socializar la lucha, los motivos y las armas que se utilizan.
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